Orígenes y primeros aprendizajes 


 

La génesis de las cosas ha resultado una legítima obsesión para la razón humana. Revelar el origen de la vida en el planeta constituye un desafío para su imaginación creativa. A mediados del siglo XX, un joven científico norteamericano, Stanley Miller,   pudo comprobar la hipótesis de que una atmósfera reductora, como debió existir en los primeros tiempos de formación de nuestro planeta, podía dar lugar, bajo la acción de determinadas “sacudidas energéticas”, a  la aparición  de los aminoácidos, unidades estructurales de las proteínas, material indispensable para la vida.

  

 

 

 

 

 

 

Procedencia de la imagen 

ecoportal.net/temas/ozono.htm

 

La formación de una atmósfera de dioxígeno posibilitó la aparición, hace unos 400 millones de años,  de una capa de ozono (trioxígeno) estratosférica que funciona como un filtro natural de las radiaciones solares, atrapando la radiación ultravioleta dura, letal para los organismos vivos.  Millones de años después  la actividad irracional del hombre en el planeta ha puesto su existencia en peligro.

  

 

 

 

 

 

 

 

   

Aunque el tallado de la piedra representa la primera técnica dominada por el hombre, en verdad la era de la piedra acompaña la mayor parte de la existencia humana y aún hoy de numerosas rocas el hombre fabrica  importantes materiales.

Procedencia de la imagen:

Hacha de piedra pulida, del Neolítico. 3000 – 500 a.C.

www.xarxamuseus.com/prehistoria

/museo/prehis5.htm

 

  

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El hombre al conquistar el fuego gobernó la primera transformación química y toda su vida posterior resultó transformada. Comía ahora alimentos  cocidos, podía asentarse y defenderse de los animales, variaban hábitos y tenían lugar transformaciones anatómicas-fisológicas importantes. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La alteración de los colores de los ocres minerales fue condición necesaria para el desarrollo del arte parietal del hombre de las cavernas. Este proceso de penetración en el conocimiento de los colores y su reflejo en la producción artística llega hasta nuestros días.

Procedencia de la imagen:

Pagina web del Profesor Fausto Gómez Mena.

http://docentes.uacj.mx/fgomez/cursos/

   

  

 

 

 

 

Junto con los animales que representan casi la mitad de los tres centenares de figuras de la Cueva de Altamira  se identifica un segundo grupo de signos, destacándose entre ellos los tectiformes y triángulos. No es muy atrevido ver en estas obras la primigenia incursión del género homo por terreno de las Matemáticas.

Procedencia de la imagen:

Pag web

 Universidad de Cantabria

www.unican.es/relint/images

/altamira.gif

La Tierra hace 4 600 millones de años necesariamente tuvo que ser un gigantesco reactor en cuyo seno se producían una multitud de conversiones físico - químicas.

 

El proceso de formación de la estructura sólida del planeta debió acompañarse de complejísimas transformaciones de fases. Hacia el núcleo precipitarían los elementos más pesados y sus combinaciones; un estrato intermedio debió formarse a partir de las sustancias que entraran en la categoría medio pesadas, mientras su superficie se concentraría en los elementos relativamente más livianos. Una envoltura de gases quedó atrapada como resultado del campo gravitacional de la Tierra.   

 

La mezcla de sustancias simples inorgánicas, constituyentes de la atmósfera primitiva del planeta, expuestas presumiblemente a la acción de intensas "sacudidas" energéticas produjo el caldo de aminoácidos que en mares bajos, fue el ambiente propicio para el origen de la vida. Este temprano período que puede haber durado unos 1500 millones de años o sea una tercera parte de la historia de la tierra se ha llamado período de la evolución química. 

 

Se cree, según la tesis adelantada en 1924 por el científico ruso Oparin, que estos primeros sillares de construcción  experimentaron una condensación abiótica formando los primitivos polipéptidos, polinucleótidos, polisacáridos y lípidos, a partir de cuyo caldo se  formaron los primeros organismos vivos. 

 

Casi 30 años después de formulada la hipótesis de Oparin, un joven norteamericano, Stanley Miller, demostró en un experimento clásico que a partir de una atmósfera reductora compuesta por vapor de agua, amoníaco, dihidrógeno y metano y simulando condiciones que pudieron darse en la atmósfera de nuestro planeta hace miles de millones de años, en particular mediante la acción de descargas eléctricas, se obtenía una mezcla de aminoácidos.

 

La aparición de la vida en nuestro planeta estuvo precedida por la formación de las proteínas (proteus: lo primero en griego), que comprende un proceso de   condensación de aminoácidos en la superficie estereoespecífica de arcillas metálicas, y  la síntesis de los ácidos nucleicos, principales portadores del código genético, que implicara la condensación de fosfatos con las ribosas y las bases heterocíclicas correspondientes.     

 

De coacervados o esferas protenoides bajo la acción replicante y orientada de los ácidos nucleicos surgieron las primeras manifestaciones de vida unicelular. 

 

Los océanos de entonces albergaron las primeras células que se piensa fueron heterótrofos anaeróbicos consumiendo los compuestos orgánicos disueltos en los mares. Con la proliferación de esas antiguas células el océano se fue empobreciendo de aquellos compuestos orgánicos y debieron surgir aquellas células que utilizaran compuestos orgánicos sencillos  como el dióxido de carbono y como fuente de energía la luz solar. Surgieron así las primeras células fotosintéticas hace unos 3000 millones de años.

 

Bacterias y algas durante millones de años aportaron dioxígeno a los mares y a la atmósfera primitiva posibilitando la aparición y desarrollo, unos 570 millones de años atrás, de formas marinas de vida que obtuvieran energía mediante la respiración.

 

Más de 170 millones de años debieron pasar aún para que se formara una capa de ozono estratosférica que absorbiera la radiación ultravioleta dura de los rayos solares. Gracias a esta capa protectora y al establecimiento en el planeta de condiciones climáticas favorables aparecieron en tierra firme las primeras arañas y ácaros y luego, unas decenas de millones de años más tarde los anfibios invadirían la tierra.    

 

Recientemente para la escala de los tiempos geológicos, hace un par de millones de años se inaugura la era del género homo que en su evolución da lugar, unos miles de años atrás, a la especie humana (homo sapiens sapiens). La historia del género humano respecto a la del planeta representa las últimas 4 horas de un año terrestre. 

 

Durante estos dos millones de años, los antecesores directos del hombre moderno, en un proceso repleto de obstáculos, debieron transformar como primer material la piedra, de manera que le sirviera como herramientas y utensilios.

 

La selección de la piedra para estos fines tuvo que basarse en la comparación de las propiedades de los materiales disponibles: madera, hueso, pieles. Pero no sólo la piedra debió ser trabajada, si bien la naturaleza pétrea del utilaje lítico permite que llegue a nuestros días, en yacimientos fechados entre 2 y 1,5 millones de años se han encontrado también huesos de animales con marcas grabadas, y varias investigaciones sugieren que muchos de las herramientas de piedra fueron precisamente empleadas para trabajar materiales orgánicos como la madera.

 

Paralelamente con la práctica impulsada por la necesidad de transformar ventajosamente las formas de los materiales, estos antepasados del hombre debieron reparar en las numerosas transformaciones que alteran la naturaleza de los materiales en su entorno: los volcanes producen lava y gases que afectan lo vivo y transforman el panorama natural, los rayos desatan incendios forestales, la carne cazada y los cadáveres se descomponen, los jugos de frutas se agrian o eventualmente se convierten en bebidas extrañamente estimulantes.

 

Con la conquista del fuego, su conservación y posterior producción, asistimos tal vez a la primera transformación química resultante de la actividad humana. La producción del fuego implicaba siempre la transformación de un material vegetal seco en cenizas y la liberación de humos. Existen las evidencias de que el fuego fue empleado por el hombre de Pekín (un Homo Erectus) hace 1,5 millones de años. 

 

El fuego representó fuente de calor y luz, y medio de protección frente a los depredadores. Su utilización posterior para cocer los alimentos les produjo importantes transformaciones anatómicas – fisiológicas que aumentaran la capacidad del cerebro y contribuyeran al desarrollo de los órganos del lenguaje.

 

Así, a través de una práctica condicionada por la amalgama de casualidad y necesidad, el hombre primitivo aprendió que al calentar con ayuda del fuego ciertos materiales, estos se transformaban en otros que exhibían nuevas y atractivas propiedades.

 

Mucho tiempo después, hace unos 40 000 años, en período que se clasifica como el paleolítico superior, el fuego se utiliza para calentar la piedra a fin de facilitar su trabajo, y para alterar el color de los pigmentos naturales que eran luego utilizados para pintar las paredes de las cuevas. 

 

Se inicia así un matrimonio de las transformaciones químicas con el arte que llega hasta nuestros días. Pero las obras del arte rupestre demuestran dos cosas más: 

§         La búsqueda de los ocres minerales, el óxido de hierro (III) y los óxidos del manganeso constituyó la primera actividad minera.

§         La penetración en lo profundo de las cavernas y el trabajo en su interior exigen de una iluminación artificial. Unos cuantos candiles de piedra encontrados, en cuyo interior ardieron grasas animales, así lo atestiguan.       

 

El ancestral interés del hombre por las figuras geométricas, la regularidad espacial y el sentido geométrico de las cosas ha quedado plasmado en el arte parietal. Esta inclinación natural queda reflejada no sólo en pinturas rupestres sino también en diseños prehistóricos de cerámica y tejidos.  

 

El arte primitivo también reveló, el reflejo enajenado del comportamiento de los astros en la mente humana, en primer lugar del astro rey de nuestro sistema planetario. La bóveda y el movimiento de los cuerpos celestes imponían un bioritmo y una regularidad espacio temporal que desarrollaba el sentido del tiempo en la actividad del hombre.  

 

Con seguridad, el uso y mantenimiento del fuego significó un catalizador importante en el fin del nomadismo y en el desarrollo de  los primeros asentamientos humanos estables.

 

No es extraño que la adoración del fuego sea un denominador común de mitologías aparecidas en diferentes culturas y distantes escenarios geográficos.

 

La combustión, esa bendita reacción que a la vez mantiene vivo el infierno, fue pues fuente de progreso y de conocimiento para el hombre desde los primeros tiempos.

 

En la próxima sección veremos como el fuego propició el dominio de extraordinarios avances.    


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BIBLIOGRAFÍA:

Centro Universitario de Ciencias de la Salud (2000): Miller Stanley, Primera Síntesis de compuestos orgánicos obtenida en el laboratorio en las (supuestas) condiciones de la Tierra primitiva.  Antología de textos científicos. Universidad de Guadalajara. http://www.geocities.com/fdocc/2.htm

Domínguez R. Abel (2002): El origen de la vida. Biología Educativa. Naturaleza Educativa. http://www.iespana.es/natureduca/index.htm

Echarri Prim Luis (1998): Tema 10. Disminución del ozono atmosférico. Ciencias de la Tierra y el Medio Ambiente. http://www1.ceit.es/Asignaturas/Ecologia/Hipertexto/indice.html

Lehninger A. (1981): 37. El origen de la vida, p. 1045-1070. Bioquímica. Editorial Pueblo y Educación. La Habana. 

 

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