Una introducción necesaria


      

© The Nobel Foundation

Después de la trágica muerte de su esposo Pierre en 1906, Marie Curie a los 39 años de edad, ocupó la plaza de profesor de Física General de la Facultad de Ciencias de la Universidad parisina de la Sorbonna y  a partir de la fundación del Laboratorio Curie en 1914, es designada su directora.  
En el laboratorio de los Curie donde se descubrieron los primeros radioelementos no se trabajaba únicamente en descifrar los orígenes de aquella desconocida radiación. El laboratorio dirigido por Marie Curie constituía el núcleo de una red  estrechamente vinculada con la industria, la medicina e incluso la política.

 

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Linus Pauling, químico estadounidense,  mereció el Premio Nobel en dos oportunidades, el primero en 1954 por sus aportaciones en el campo de la Química y en 1962 por su relevante labor a favor de la paz. Toda su vida fue un ejemplo de intelectual comprometido con las causas nobles de su época.

 

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El problema de la fuga de cerebros del sur hacia el norte (y de la periferia del norte hacia la Roma contemporánea) es otro reflejo de las desigualdades en las relaciones internacionales.

Luis F. Leloir,  químico argentino, fue un ejemplo de científico  que con escasos recursos materiales pero con sobrado talento,  supo realizar estudios fundamentales. Por sus excepcionales aportaciones mereció el premio Nóbel de Química en 1970. El premio en metálico lo legó íntegramente para el desarrollo de la institución científica en que laboró durante gran parte de su vida en su Buenos Aires querido. 

 

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 F.Sanger, bioquímico británico mereció el premio Nóbel de Química en dos ocasiones,  la última en 1980, se debió al hallazgo de un método rápido para determinar la secuencia nucleótida de los aminoácidos con lo cual se abría  paso al desarrollo de la Ingeniería Genética. 

¿Prevalecerán las normas éticas impulsadas por una opinión pública o se impondrán los intereses de monopolios guiados por el lucro   en la aplicación de los logros de la ingeniería genética? 

 

 

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Fritz Haber,  Premio Nobel en 1919 por la síntesis del amoníaco,  contribuyó como director del Instituto Kaiser Wilhelm, durante la primera Guerra Mundial, al desarrollo de armas químicas. En vísperas de la primera utilización del gas contra las tropas aliadas en 1915, su esposa atormentada por la horrorosa contribución de su marido a la guerra se suicidó.   Irónicamente,  con el arribo de los nazis al poder, por el origen judío de Haber, fue desplazado de la universidad y se refugió en Inglaterra. Murió poco tiempo después, en la miseria.

 

 

 

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Los que hoy agitan en el mundo occidental las banderas de la xenofobia no debían olvidar las aportaciones relevantes de los inmigrantes en todos los campos de la cultura. El ámbito de la Química no es excepción. 

Ahmed H. Zewail, graduado de la Universidad de Alejandría en Egipto, revela en su autobiografía que la mayor aspiración de la familia era colocar en la portada de la casa una placa ¨Dr. Zewail¨. Becado en los Estados Unidos, decide luego de concluida su brillante carrera  permanecer en Berkeley y en 1999 es laureado con el  premio Nobel de 1999.  

 

 

En la actualidad, un gran interés despierta el conocimiento y la comprensión del proceso sociohistórico que ha conducido al desarrollo de la Ciencia. Las relaciones entre la Ciencia, la Tecnología y la Sociedad se ha convertido en un amplio campo de estudio.

Paradójicamente, en medio de los avances que supone vivir los tiempos de “la sociedad de la información”, una gran confusión se advierte cuando se pretende juzgar la responsabilidad de la Ciencia en los peligros y desafíos que caracterizan nuestra época histórica y se vinculan los grandes descubrimientos científicos casi exclusivamente con el genio de determinadas personalidades.

En esta presentación pretendemos aproximarnos, desde la triple perspectiva sicológica, sociológica y pedagógica del enfoque histórico - cultural, al complejo panorama del desarrollo de una ciencia que ha tenido un notable impacto en los progresos que en la esfera material ha conocido el hombre de este siglo así como en  los riesgos y desafíos que se derivan de un irracional manejo de estos "progresos".

A la luz de este enfoque, las fuerzas motrices de las ciencias no pueden encontrarse fuera de las necesidades y contradicciones de la sociedad en cuyo seno transcurre su construcción. Al mismo tiempo se reconoce que el edificio teórico creado por cada disciplina científica tiene sus especificidades y autodeterminación relativa, según las regularidades y complejidad de la realidad que persigue reflejar, lo cual le concede a cada ciencia su manera peculiar de aparecer, madurar y desenvolverse en la Historia.

La especie humana al apostar por el desarrollo científico no lo ha hecho exclusivamente para satisfacer una curiosidad epistémica, para explicar o interpretar este u otro fenómeno de la naturaleza o la sociedad, lo ha hecho ante todo para transformar el mundo en función de las necesidades que un contexto sociocultural genera en un escenario históricamente condicionado.

Siguiendo los principios esbozados arriba, deseamos subrayar que el credo que orienta este trabajo se sintetiza en:

·        El rechazo a la retrógrada intención, recordada tristemente por la Historia, de satanizar los resultados de las ciencias, y a cualquier retoque académico que pretenda desplazar hacia el progreso científico la responsabilidad de los enajenantes problemas de la sociedad contemporánea.

·   El reconocimiento al importante papel desempeñado por las personalidades científicas que, con el talento propio de los genios y una perseverancia a toda prueba, son protagonistas de la expansión del universo de lo conocido tanto en la esfera material como espiritual de la sociedad.

·         La admisión de la notable influencia que ha de ejercer la dotación genética en el complejo proceso de formación de un genio, pero el desconocimiento a cualquier intento de atribuir a sexo, raza o región geográfica, el monopolio del talento.

·         La confianza en la utilidad enaltecedora de la virtud solidaria frente a la egoísta y decadente moral del éxito.

·         La creencia firme de que una sociedad mejor es posible, y que su construcción dependerá en buena medida de las conciencias que se abonen a través de una universal batalla de ideas, en la que jugará un importante lugar el discurso que se haga de la Historia.

 Por consiguiente, nos interesa especialmente contribuir a:

·        Entender la Ciencia no sólo como un resultado sino también como un proceso que se renueva y amplia por la actividad de individuos que se organizan en comunidades científicas, en interacción permanente con las coordenadas económicas, políticas y éticas de su propio escenario socio histórico.

·        Humanizar la imagen de los genios que escriben la Historia de las ciencias.

·        Comprender los momentos más trascendentes de expansión del universo de los conocimientos matemáticos, físicos y químicos, aquellos que emergen de profundas crisis en el campo de las ideas y que constituyen verdaderas Revoluciones Científicas.

·        Revelar las resonancias que el progreso científico ha producido en la esfera material y social de la sociedad.

Resulta casi innecesario declarar que no tenemos pretensiones académicas con estas páginas. Ellas están dirigidas a un auditorio de jóvenes y menos jóvenes interesados en una lectura despojada de una retórica controversial. Desearíamos al final no habernos separado de este propósito. De cualquier manera si nos preguntan qué concepción de ciencia defendemos, respondemos a aquella que la considera una actividad social, que refleja una realidad objetiva de la naturaleza o la sociedad, y que está históricamente condicionada. No nos parece superada la conceptualización alcanzada por Krober:   "entendemos la ciencia no sólo como un sistema de conceptos, proposiciones, teorías, hipótesis, etc., sino también, simultáneamente, como una forma específica de la actividad social dirigida a la producción, distribución y aplicación de los conocimientos acerca de las leyes objetivas de la naturaleza y la sociedad. Aún más, la ciencia se nos presenta como una institución social, como un sistema de organizaciones científicas, cuya estructura y desarrollo se encuentran estrechamente vinculados con la economía, la política, los fenómenos culturales, con las necesidades y las posibilidades de la sociedad dada" (1).

Respecto a la clásica obra de T. S. Khun (1922-1996) “Estructura de las Revoluciones Científicas” sólo reconocemos y  tácitamente usamos la original y extendida terminología que nos legó su original visión sobre la Historia de las Ciencias. Al hacerlo, aceptamos una parte de sus supuestos, como la aguda percepción sobre la polémica en el seno de la comunidad científica y su reconocimiento a las crisis de las ideas que preceden a las revoluciones científicas.  Pero más que estas concepciones nos interesa destacar la compleja dialéctica entre el desarrollo del conocimiento científico y las coordenadas socioculturales del escenario histórico en que se verifican. Por otra parte compartimos el criterio expresado por Steven Weinberg (Premio Nóbel de Física en 1979) en una retrospectiva sobre el trabajo de Kuhn:

“No es verdad que los científicos sean incapaces “de conectarse con diferentes formas de mirar hacia atrás o hacia delante” y que después de una revolución científica ellos sean incapaces de comprender la ciencia que le precedió. Uno de los  desplazamientos de paradigmas a los cuales Kuhn brinda mucha atención en “Estructura” es la sustitución al inicio de esta centuria de la Mecánica de Newton por la Mecánica relativista de Einstein. Pero en realidad, durante la educación de los nuevos físicos la primera cosa que les enseñamos es todavía la buena mecánica vieja de Newton, y ellos nunca olvidan como pensar en términos newtonianos, aunque después aprendan la teoría de la relatividad de Einstein. Kuhn mismo como profesor de Harvard, debe haber enseñado la mecánica de Newton a sus discípulos”(2).

El determinismo que defendemos no  ignora la autonomía relativa que desarrolla el sistema teórico de una ciencia como tampoco desconoce el papel de la casualidad acaso representado por el legendario grito de eureka. 

La Historia viene a demostrar que una profunda interrelación entre la Matemática, la Física y la Química acompaña al complejo proceso de diferenciación e integración que ha definido sus respectivos objetos de estudio.

Numerosos autores han resaltado la posición central que ocupa la Química en el desarrollo del conocimiento científico y cómo en el marco de su proceso de construcción surge paralelamente una integración dialéctica con otras Ciencias Naturales que da pie a la aparición de los ámbitos de la Física-Química, la Bioquímica, y más recientemente la Química Ambiental.

En torno al polo de la Bioquímica surgen nuevas zonas periféricas que delinean nuevos ámbitos como la Biología Molecular y la Ingeniería Genética;  y en la frontera con el otro polo de la Física-Química se desarrollan las Ciencias de los Materiales, los Procesos de Ingeniería y la Electrónica.  

La Química Ambiental cuyos contornos se prefiguran aparece relacionada con la influencia de los agentes químicos, naturales o artificiales, en la biosfera.

El dominio de las transformaciones de las sustancias químicas ha producido un  notable impacto sobre cinco áreas vitales para la sociedad contemporánea: energía, producción de alimentos, salud, transporte y comunicaciones.

Cierto es que en un mundo irracionalmente establecido, los progresos en esta Ciencia han servido para el desarrollo de las armas modernas químicas de exterminio masivo y han contribuido al despliegue de los problemas de contaminación ambientales, uno de los mayores desafíos que enfrenta la humanidad. 

Así una evaluación del impacto que la Ciencia y la Tecnología pueden ejercer en el desarrollo de la sociedad contemporánea revela la importancia de impulsar  una batalla en el campo de las ideas,  en la cual  la educación (y la lectura que se haga de la historia) jugará un rol decisivo para salvaguardar los logros de la humanidad. El progreso científico-técnico podrá ser usado para el  bien o para el mal.

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BIBLIOGRAFÍA:


(1) Kröber, G. (1986): "Acerca de las relaciones entre la historia y la teoría del desarrollo de las ciencias", Revista Cubana de Ciencias Sociales, enero - abril, año IV, Nº 10, p.37. La Habana.

 

(2) Stenger Victor J. (2000):  Cita de Steven Weinberg en 2. The Whole is Equal to the Sum of  its Particles. p.30. Timeless  Realitity: Symmetry, Simplicity and Multiple Universes. Amherst, N.Y.:Prometheus Book.

URL:  http://spot.colorado.edu/~vstenger/void.html

 

 

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